La Nueva España me invitó a compartir algunas reflexiones de cara a los decisivos partidos que debe afrontar el Real Oviedo en este final de temporada.
Y, desde mi experiencia como coach deportivo y psicólogo al principio de esta temporada (aunque fue una etapa breve por los cambios en el club de entrenador, responsable organizativo de la propiedad y director deportivo), si puedo aportar algo serian dos reflexiones:
La primera es que un equipo tiene que estar unido y que prime el colectivo por encima de egos e individualidades. Eso significa que lo que hace cada uno se valora y no es más importante que lo que hace otro.
Y la segunda, que el equipo debe tener plena confianza en su esfuerzo, preparación y talento. Para ello el sacrificio debe ser máximo en todo momento y en todas las facetas: desde la alimentación hasta la concentración, pasando por la gestión de la presión o estrés de las dificultades y reunir la confianza necesaria en todas las posibilidades y opciones que se presentan.
Además, quiero destacar el papel de la afición. Este esfuerzo requiere el apoyo de una afición que ya ha demostrado en peores situaciones que es luchadora y leal para sacar al equipo adelante. Si el equipo, cuerpo técnico, afición y demás estamentos del club confían y trabajan, como un equipo auténtico, en la misma dirección haciendo cada uno lo máximo en su parcela, en estos partidos restantes las posibilidades de salir adelante se multiplican.