Juan Carlos Álvarez Campillo en ‘La Tarde’ de COPE
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octubre 4, 2021Simone Biles y su retirada de una competición en los JJOO de Tokio para priorizar su salud mental es el último (y más sonado) ejemplo de la necesidad de trabajar la mente como un pilar más del entrenamiento de los deportistas de élite. Recientemente también ocurrió con Naomi Osaka, la deportista mejor pagada del mundo, y su abandono en Roland Garros.
Las victorias, las medallas, la fama… ni siquiera el dinero, sirven de escudo frente a la ansiedad, frente a la enorme presión que conlleva estar en la élite. Hay que entrenar la mente para poder convivir con ese estrés que produce tanta exigencia y poder competir al máximo nivel.
Para los que llevamos tantos años defendiendo la importancia del trabajo mental y emocional, que esto salga a luz, no puede sino provocar mayor toma de conciencia y sirve para recordar que los deportistas ante todo son personas, no máquinas que pueden con todo. Tienen sentimientos, emociones y fragilidades como cualquier ser humano. Sumado a la exigencia y presión añadida por los resultados. Por ese motivo necesitan esa preparación mental y tienen que poner límites cuando la presión ya es insostenible.
Este trabajo mental y emocional les ayudará en tres aspectos:
1- prevenir la ansiedad y el estrés antes de que aparezcan
2- aprender a gestionar esos momentos de desbordamiento que siempre pueden surgir
3- convertir los bloqueos en estímulos y retos y conseguir el máximo rendimiento
Es obvio que la ansiedad, el estrés e incluso la depresión no solo ocurren en el deporte de élite, como hemos visto estos días en los JJOO de Tokio. Muchas personas pasan por episodios así en su vida personal y/o profesional.
La pandemia del Covid-19 ha complicado aún más las cosas. Han cambiado muchos de nuestros hábitos, rutinas e incluso nuestra forma de trabajar o estudiar. La restricciones en las salidas, viajes, relaciones o incluso el aislamiento social también son factores que desencadenan estos desórdenes. Por eso el aspecto mental es tan importante, no solo para los deportistas de élite. Cualquier persona que quiera evolucionar en su vida y en trabajo y se proponga seguir creciendo para alcanzar sus retos tiene que cuidar su mente, prestar atención a sus emociones y sentimientos. Y no solo cuando el problema ya ha llegado.
Esta faceta mental y emocional se puede trabajar en dos líneas principalmente:
- Cuando alguien está bien pero quiere estar aún mejor. Desea mejorar su rendimiento en el trabajo, establecer relaciones más fructíferas (en el terreno laboral o social) o vivir su vida con mayor plenitud. Ahí se encuadran aspectos como la satisfacción con lo que uno hace, vivir acorde a sus valores y en armonía. Aunque esto no implica que haya ciertos reveses y problemas que nos desestabilizan, pero son pasajeros.
- Cuando ya hay un problema más severo, de ansiedad o estrés, que si se prolonga en el tiempo puede desembocar en una depresión.
Hay varias formas de trabajar estos aspectos. En el primer caso, cuando alguien quiere crecer y mejorar, puede trazar un plan en el que señale las cosas importantes en su vida, sus valores, su propósito, lo que da sentido a su vida y lo que le hace sentirse bien; también aquello en lo que debe mejorar. Debe tener claro en qué tipo de persona se quiere convertir en su proceso de desarrollo. Esto lo puede hacer uno solo o buscar ayuda externa de un profesional para avanzar más rápido o más enfocado.
El segundo caso, cuando la ansiedad, estrés o tristeza ya están presentes y dificultan llevar el día a día con normalidad, requiere sin dudarlo ayuda especializada. Hay que recurrir a un psicólogo o a un médico que entienda la problemática y sepa derivarlo.
En las situaciones más severas podría ser necesaria la medicación pero, en muchas ocasiones, la psicoterapia ayuda a resolverlo y no hace falta. Por eso es tan importante una buena valoración.
Pero también debemos tener presente que, según varios estudios e investigaciones, el tratamiento psicológico es 3 o 4 veces más eficaz que el tratamiento farmacológico. Por no mencionar que no tiene efectos secundarios perjudiciales, sino más bien beneficiosos al fomentar hábitos saludables, interpretar mejor los problemas o bloqueos y gestionar mejor nuestro universo interior, como nos propone la inteligencia emocional.
En resumen, vale más aprender a gestionar las emociones que anestesiarlas con fármacos, que de ahí no resulta ningún aprendizaje. Esto solo debería ocurrir en casos con una valoración previa muy especializada y competente, en casos extremos.
Es importante mantener la autoestima a un nivel adecuado, no aislarse y mantener un mínimo de relaciones o comportamiento social, expresar sentimientos y el estado interior para una comunicación más abierta que permita debilitar pensamientos de frustración, negativos y creencias que pueden mantener a la persona bloqueada.
También mejora las cosas que tanto esa persona, como su entorno más cercano, entiendan que es un proceso que lleva su tiempo y no se trata solamente de estar animando a quien lo sufre a que vuelva a hacer su vida como antes, porque en ese momento no es la misma persona de antes. Se requiere mucha comprensión, cierta paciencia e ir recobrando o manteniendo poco a poco los buenos hábitos, el descanso y la alimentación adecuada, para ir reencontrándose a sí mismo.
Las técnicas de relajación y meditación también ayudan a calmar la mente y centrarse en el presente, encontrando más momentos de sosiego, disfrute y bienestar.
El entrenamiento mental y emocional es un asunto que abordo en profundidad en mi libro, El Entrenador Mental, en conferencias, formaciones y en artículos en prensa. Y confío que esa valentía y sinceridad de todos y cada uno de los deportistas (y no deportistas) que reconocen sus dificultades para una óptima salud mental sirva para una mayor conciencia de la sociedad. Y también para poder cambiar y gestionar mejor esta presión y ansiedad antes de que produzca mayores consecuencias negativas, pues ante todo están las personas y la salud.