El trabajo en equipo es clave para mejorar el rendimiento en las empresas. Y cuando hablamos de equipo, las relaciones se convierten en un elemento decisivo, y gestionar correctamente los conflictos laborales puede marcar la diferencia entre el éxito y el fracaso de ese equipo.
En las relaciones laborales hay muchos factores que juegan un papel importante: la confianza, la cohesión, el compromiso, los objetivos comunes, el respeto…
Más allá de las capacidades profesionales, para alcanzar el máximo rendimiento de un equipo tenemos que crear un ambiente y un clima de trabajo positivo. Y aquí, el coaching de empresa tiene mucho que aportar.
Dentro de una empresa es habitual (y natural) que surjan conflictos. Y lo importante es cómo manejamos esos conflictos para evitar que influyan en el trabajo del equipo y afecten al rendimiento individual y a los resultados.
La gestión de conflictos será uno de los mayores desafíos a los que se enfrente el líder de ese equipo de trabajo pero, con las herramientas adecuadas, es posible resolver esa situación y fortalecer las relaciones entre los trabajadores.
Las técnicas de coaching y liderazgo ayudan a establecer una organización clara en el equipo y a identificar los objetivos tanto individuales como de grupo. Que todos los miembros conozcan cuáles son sus funciones proporciona seguridad y esto ayuda a que las relaciones humanas sean más fluidas por lo tanto a prevenir conflictos laborales.
Reforzar la confianza, establecer comunicaciones abiertas, promover el respeto y fomentar una actitud positiva en el equipo nos ayuda a disminuir los conflictos y, en todo caso, a enfocarlos hacia un proceso constructivo y de mejora continua.
Lo primero es detectar el conflicto lo más pronto posible e intentar llegar al origen del mismo. ¿Es un conflicto laboral relacionado con las funciones del equipo o es un conflicto personal? ¿Están implicados dos miembros del equipo o afecta a varias personas? El líder del equipo debe estar siempre atento al comportamiento de sus compañeros; al lenguaje no verbal, reconocer situaciones de tensión, comentarios fuera de tono… Así podrá detectar el problema en sus inicios y evitar que ese conflicto se haga más grande.
Se debe escuchar activamente a todas las partes implicadas. Dejar que se expliquen sin interrumpir, leyendo entre líneas, comprendiendo el fondo del mensaje.
Es importante diferenciar las emociones de los hechos. Esto no quiere decir que las emociones no importen ni mucho menos pero, para entender realmente un problema, necesitamos acudir a los hechos, no a las emociones que provocan esos hechos.
Identificar puntos de acuerdo y desacuerdo. Esto es clave para avanzar y para entender hacia dónde tiene que ir la solución para que sea aceptada por todas las partes.
Acercar posiciones. No se trata de dar la razón a una parte o a otra, sino de encontrar soluciones haciendo hincapié en los puntos en los que estén de acuerdo
Las soluciones propuestas deben estar relacionadas con los objetivos y los valores de la empresa
La comunicación debe estar basada siempre en el respeto; para que la gestión del conflicto sea eficaz, no se deben permitir los ataques personales ni las faltas de respeto
No se buscan culpables; se buscan soluciones. El líder de ese equipo no tiene que tomar partido; su papel debe ser el de orientar las discusiones hacia los puntos de acuerdo y hacia la búsqueda de soluciones
Las decisiones que se tomen a raíz de un conflicto deben quedar claras y ser conocidas y aceptadas por ambas partes.
Hacer un seguimiento del conflicto: comprueba que se están respetando las soluciones propuestas y fomenta la comunicación entre los miembros de tu equipo para que sientan que son escuchados y tenidos en cuenta.
En muchas ocasiones un conflicto bien gestionado supone una oportunidad de mejora. Conocer las necesidades de tu equipo te ayudará a implantar soluciones que mejoren el clima laboral y la organización en el trabajo.
Detectar, analizar y gestionar los conflictos laborales que puedan surgir en la empresa es fundamental para mejorar el rendimiento y centrar la atención en los procesos de trabajo realmente importantes, sin malgastar energía y tiempo en cuestiones secundarias que no aportan valor al equipo y que crean desgaste personal y profesional.
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